Según Martí Castro (2003) el aprendizaje es comprendido como el proceso mediante el cual se adquiere una determinada habilidad, se asimila una información o se adopta una nueva estrategia de conocimiento y acción” (p. 36), que genera transformaciones adaptativas en el sujeto y en el medio en el que se desarrolla.

 

Es importante considerar que el proceso de aprendizaje va más allá de la educación

escolar, pero es dentro del sistema educativo donde el sujeto aprende a interactuar con otros grupos que dieren en tradiciones, costumbres o creencias. La escuela se convierte en la institución capaz de formar integralmente al sujeto hasta que adquiera su condición ontológica de llegar a ser lo que es en relación con los otros.

 

La importancia del proceso de aprendizaje en los escenarios presenciales radica según Albert Bandura (1925) en que el motor de desarrollo tiene dos direcciones: la persona actúa en el mundo y el mundo actúa sobre ella” (citado en Papalia et al., 2012, p. 32), el comportamiento se da por los condicionamientos presentes en el ambiente, están ligados al reforzamiento. El sujeto no es un ser pasivo, es un ser capaz de transformar sus experiencias a través de la observación de modelos que incluyen en sus motivaciones y en sus emociones.

 

Otro aspecto importante es la habilidad comunicacional entre el agente y el sujeto educativo, pues el proceso comunicacional favorece el trabajo cooperativo; en términos de Capdet (2011) ya que a medida que se interactúa se va generando un clima de confianza y de seguridad que mejora el proceso comunicativo” (p. 43), las confusiones lingüísticas pueden ser manejadas entre el emisor y el receptor. El lenguaje en los espacios presenciales da lugar al contacto humano no solo por medio de palabras sino también por las expresiones corporales, expresadas a través de gestos, posturas o movimientos